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martes, 2 de diciembre de 2008

Benito J. Pérez, comfortably numb

Os dejamos a continuación la transcripción de un artículo que apareció el pasado viernes día 28 de noviembre en la Cartelera Turia. Estamos seguros de que sabréis apreciar la delicada sensibilidad que emana, y os encantará como nos ha gustado a nosotros. Gracias, Eva. Un abrazo.

Benito J. Pérez, comfortably numb
«A veces el poeta
no sabe si coger la hoja de acero,
sacar punta a su lápiz y hacerse un verso
o sacarse una vena
y hacerse un muerto»
G.F.

Queridos amigos de la Turia: aún no lo sabéis, pero estáis de luto. Ha muerto Benito. Quizás uno de los más apasionados lectores de esta pequeña bomba de relojería que cada viernes llega al quiosco. Tan apasionado, que la clave de los e-mails que de él recibía era «Conxa Daroca». Tan apasionado, que os escribió muchas veces sugerencias o enfados. Tan apasionado que, junto a su cuerpo maltratado, en su cama del Hospital General, estaba la Turia 2.334.
Ha muerto un hombre bueno. Un cuarentón desgarbado y barbudo. Una excepción en esta sociedad de incultura, pesimismo y grisura. Un tipo peculiar y amable, lector voraz, ecologista convencido, pedagogo vocacional, amante del buen cine y, sobre todo, un poeta de la música, de la buena música, de toda: desde Pink Floyd a Battiato, pasando por «La campanera». Ha muerto y ha dejado huérfanos a un montón de jóvenes estudiantes del IES Oleana de Requena, para quienes las aulas han perdido el brillo de lo no convencional. Ha dejado huérfanos a sus amigos —muchos—, a sus colegas del pentagrama, a sus padres y hermanos ahora desorientados; a todos aquellos que lo amamos con devoción. Y sobre todo, ha dejado sola a una mujer fuerte y digna como un cedro, una mujer generosa y amplia como el mar. Y a un brotecillo tierno, el pequeño David, que apenas ahora comenzaba a mirar asombrado a un mundo que, sin su padre, se torna menos hermoso. Benito vivió con intensidad los años robados a la muerte.
Disfrutó de su amor por la belleza de las palabras, gozó hasta la carcajada con la buena literatura (hasta tres veces se atrevió con el Quijote, y otra más, en inglés… un tío original de veras); se apasionó con el mundo del motor (aunque sus coches siempre eran de segunda mano); se contagió de su padre y su tía setentones en su afición a los tebeos (un virus que, como tantos otros, me pasó a mí). Y amó con intensidad el cine, especialmente el western, y especialmente a los maestros John Huston y John Wayne: uno de sus primeros viajes bisoños por el mundo le llevó hasta la aldeíta de Cong (Irlanda), porque quería transportarse a la magia «tranquila» de la inmortal Innisfree.
Pero su pasión más profunda fue, entre todas, la música. Y, entre sus preferencias de sabio ecléctico, Pink Floyd, alrededor de cuyas letras y melodías giraba su mundo. Viajó hasta la casa olvidada y humilde donde aún vivía el oscurecido Syd Barret, fundador de los Floyd (que ha ido a morirse el mismo año que su desafortunado admirador)*. También visitó la casa natal de Roger Waters, e incluso se atrevió a llamar a la puerta y conversar con su madre, una anciana señora que debió de alucinar con la reverencia de su visitante. Y hasta alcanzó a hablar con Dios antes de morirse, tal como él mismo aseguraba: tuvo la oportunidad de conversar brevemente con Roger Waters, tras una carambola de circunstancias. E incluso llegó a ser «casi» su telonero —con su grupo Los Uveros, Sinarcas Rock Band— en el concierto que Waters ofreció el pasado verano en Atarfe (Granada), ocasión que la lluvia frustró. El pasado día 1 se marchó para siempre. En su entierro sonaron «Goodbye, blue sky» y la emotiva «Wish you were here». Un aplauso de afecto y admiración despidió su pobre cuerpo, cuando la losa se cerraba sobre él. Benito fue el alma de casi todo lo que le rodeaba.
A mí ahora sólo me queda llorar. Llorar por lo que he perdido —mi maestro, mi hermano— pero, sobre todo, llorar por lo que el futuro iba a ser y ya no será; por tantas tardes de café que nos quedaban, por sus partituras y sus mensajes; por sus consejos, por los ratos de guitarra juntos. Por el Capitán Trueno, que ya no podremos ir a ver. Y sobre todo, por esa ausencia eterna en los días y en las personas que quedan.
Benito (mi querido Javi) se me ha muerto como del rayo. Y todos nos hemos quedado sin alma.
28-11-2008 - Eva (Sinarcas / València)
(*) Este año murió Rick Wright, y Syd Barrett en fechas también bastantes recientes.

1 comentario:

  1. Gracias, Eva. Me encantará leer el artículo una y otra vez cada vez que me venga a la memoria, que no serán pocas veces. Gracias también por la hermosa cita de Gloria Fuertes, que forma parte de mis lecturas de infancia y que mucha gente está falta de descubrir en sus otras facetas como poetisa de la enorme talla que fue.
    Y disculpas porque supongo que fue culpa de mi primer precipitado post en la web para dar la mala nueva el error de emplazar la muerte de Syd Barrett en este año. Sin duda gracias a Beni, que nos los hizo como de la familia, parece que fue ayer...

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